El evento, en el que se proyectó el icónico film de Giuseppe Tornatore Cinema Paradiso, tuvo lugar anoche lunes, 7 de septiembre en el Parador Nacional de Jarandilla de la Vera, lugar habitual de proyección de la Muestra de Cine de la Vera y una de las localizaciones estrella de la que será la III Edición de la Caravana de Cine.
Cinema Paradiso (1988), extrapolación a la pantalla de la emoción fílmica en el contexto rural, símbolo que porta la auténtica semántica de la cinefilia, compilador de las sensaciones y libertades inherentes al arte cinematográfico, reúne todos los principios que articulan la Caravana de Cine y que subrayan el poder unificador del séptimo arte.
El cine, como las bicicletas, es patrimonio del verano. Aunque la inmortalidad le ha concedido cuatro paredes y un techo al arte cinematográfico, su esencia está ligada a las noches al raso en aquellas plazas anónimas donde los habitantes de pequeñas poblaciones se congregaban cuando brotaba la brisa nocturna; a esos momentos donde las estrellas de la pantalla rivalizaban con los astros del cielo. El cine es el arte de la imagen en movimiento, y su vocación paradójicamente móvil e itinerante (móvil e itinerante como esta Caravana de Cine) ha conformado un gen vertebrador que ha reunido a cientos de generaciones en frente de una pantalla. No importa el entorno; el cine nunca ha hecho distinciones entre el escenario urbano y el rural. Sea como fuere, allí, en el culmen del estío, con ese eterno olor que emana de los rosales y marca el camino de la nostalgia, se han jurado miles de pactos de sangre con el arte de la imagen, con el arte de los sueños.
Como citaban en la película ganadora del Oscar a mejor filme de habla no inglesa El secreto de sus ojos (J.J. Campanella, 2009): «podemos renunciar a todo menos a una pasión». Y el cine, ese vano abierto que ha revelado mundos inexplorados al habitante del recoveco geográfico más lejano, es un verdadero generador de pasión; una irrenunciable, capaz de crear vínculos inquebrantables, de vencer, si alguien lo dudaba, a la propia muerte. A su carácter atemporal, se les une, además, su vocación reflexiva y, por supuesto, su afán transformador. En el magnífico documental de Leire Apellaniz El último verano (2016), que corporeiza los estertores de la proyección en zonas rurales, la pasión era el combustible que alimentaba la esperanza –con el rostro de José Sacristán—, por muy pequeña que esta fuese, de que el telón nunca cayera por completo.
Y, créannos, así es. Dicha pasión cimenta el corazón de la Caravana de Cine, proyecto transmedianacido para crear conectores –entre los diferentes agentes involucrados en la exhibición cinematográfica, ya sean tanto creadores como promotores y, claro está, espectadores—, para transmitir todo lo expuesto quebrando orografía, distancia y tiempo dentro de las coordenadas que componen Extremadura. Como le ocurre al séptimo arte, su personalidad itinerante conjuga además con su espíritu democratizador y divulgativo; germen de una de las claves educativas del futuro próximo: la alfabetización visual mediante el patrimonio fílmico universal. Las imágenes como un lenguaje propio e independiente. Entenderlas es desencriptar una realidad cada vez más obtusa.
Y si esto último no fuera posible, siempre nos quedará, cómo no, la pasión. Y si alguien supo extrapolar la emoción fílmica en el contexto rural ese fue Giuseppe Tornatore en Cinema Paradiso(1988), símbolo que porta la auténtica semántica de la cinefilia, compilador de las sensaciones y libertades inherentes a este noble arte. Este clásico del cine italiano reúne todos los principios que articulan la Caravana de Cine y que subrayan el poder unificador de este. Un arte que ha sobrevivido a conflictos, a crisis, incluso a sociedades; que ha aliviado el dolor, que ha hecho creer, que ha hecho sentir, recordar y amar. La eterna mirada de Salvatore siempre será la nuestra cuando la luz se apague; y será entonces cuando volvamos a percibir ese dulce aroma de verano que acompaña a la nostalgia pero también a la creencia de que nada ha terminado. No existe momento mejor en el que quedarse a vivir.
El evento fue coorganizado por la Asociación Cultural Badila (responsables de la III Muestra de Cine de La Vera) y la Fundación Extremeña de la Cultura, con la colaboración del Parador Nacional de Jarandilla de la Vera.
Caravana de Cine es un proyecto de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de Junta de Extremadura, a través de la Fundación Extremeña de Cultura y su marca Extremadura Audiovisual, con el apoyo de las Diputaciones de Cáceres y Badajoz y la colaboración de las redes de desarrollo rural y ayuntamientos de las comarcas implicadas en cada edición.
Texto: Emilio Luna para Extremadura Audiovisual
Fotos: David G. Ferreiro y Álvaro Casanova